Por el Departamento Editorial.
Muchas canas, un bastón y una dulce sonrisa sexagenaria suelen estar muy distante de la imagen que se tiene de un criminal y, por ende, se puede asumir rápidamente que es un cliente de “bajo riesgo”. Sin embargo, no es recomendable bajar las defensas cuando se manejan clientes de la tercera edad.
Los oficiales de cumplimiento deben siempre tener en su guía de controles un paradigma en el cual hay que insistir: detrás de personas de la tercera edad, existe la vulnerabilidad y el riesgo de una operación de fraude financiero o lavado de dinero. Sobran ejemplos en donde personas que superan los 70 años han sido captados (en algunos casos de manera consciente o simplemente engañados) por bandas criminales, que aprovechan a estas personas, ya que tienden a no levantar sospechas.
Solo en Estados Unidos cada año se generan más de US$ 2.600 millones mediante estafas a ancianos. En los últimos años, las autoridades han detectado casos de negligencia y de abuso sicológico, pero el mayor número de casos estuvo relacionado con lo que se describe como una explotación financiera seria: estafa, robo de identidad, robo, suplantación y falsificación.
Los grupos delictivos buscan ancianos de escasos recursos, quienes, ante la promesa de una mejora en su situación, prestan su nombre para ser testaferros y aparecer como dueños de autos, departamentos y hasta para figurar como presidentes de sociedades utilizadas en esquemas de lavado de activos.
Para ser efectivos en la detección de las operaciones sospechosas relacionadas a los clientes de la tercera edad es necesaria una correcta implementación de la política “conozca a su cliente” y contar con un sistema de monitoreo transaccional meticulosamente configurado por parte de las instituciones financieras. Pero también otras entidades reguladas -como agentes inmobiliarios, notarios, abogados, concesionarios de autos y botes, joyerías, etcétera- deben contar con mecanismos de control diseñados para detectar anomalías o actividades irregulares en los clientes ancianos.
Señales de alerta
Estas son algunas de las situaciones de alerta que deberían detectar las áreas de cumplimiento antilavado y los controles antifraude de las empresas reguladas cuando se realizan operaciones con clientes de la tercera edad:
- Si se nota que el anciano no está del todo enterado de los detalles de la operación.
- Un cliente conocido, con un comportamiento rutinario conocido, que de pronto hace un cambio significativo en sus transacciones o efectúa operaciones erráticas e incongruentes. Por ejemplo, un anciano con cuenta en determinado banco que solicita una tarjeta de crédito habiéndose mostrado reacio a ella anteriormente.
- Un anciano que nunca había tenido cuenta en la entidad bancaria aparece acompañado o solo, solicitando abrir una cuenta con un monto de dinero importante. Aunque el cliente esté acompañado de un familiar, es importante estar atento, ya que muchas veces los ancianos son abusados por personas cercanas.
- Una persona mayor que no figura ni ha figurado jamás como contribuyente al fisco, o sin actividad laboral pasada o actual comprobable, se presenta ante una oficina inmobiliaria con la intención de comprar una propiedad; o el mismo caso que se presente en una agencia de autos para adquirir un vehículo.
- Si el cliente nunca solicitó una tarjeta de cajero automático o la rechazó en varias oportunidades y hace el requerimiento de una sin razón lógica aparente.
- Si el anciano registra una actividad inusual con su tarjeta de débito o crédito, por ejemplo, pasando de gastar US$ 200 por semana y aumentan los movimientos a US$ 3.000 semanales. Ante este caso, debe revisarse la situación del cliente para determinar si tiene un nuevo apoderado o alguien le está utilizando su cuenta.