Como parte de la necesaria evolución del antilavado latinoamericano, es fundamental que los reguladores, autoridades y entes de seguridad asuman una posición más proactiva. No me refiero solo a la aprobación de marcos regulatorios realistas, a la implementación de sistemas de supervisión basados en el riesgo o al aumento de sentencias, sino a la actitud visionaria y emprendedora que apoye el desarrollo de una estructura antilavado ajustada a la realidad de cada país.
Los estándares internacionales, las buenas prácticas y los modelos desarrollados en otras latitudes pueden ser muy provechosos, de hecho creo que hay que mantenerlos e implementarlos, pero es fundamental “adaptarlos”. En Latinoamérica, hoy por hoy, hay profesionales ALD muy capaces, que cuentan con los conocimientos necesarios para crear modelos propios, que permitan combinar la experiencia internacional con esquemas autóctonos para aumentar la efectividad de las enormes estructuras de prevención y combate de los crímenes financieros que se vienen desarrollando en la región.
Los reguladores y líderes gubernamentales tienen que tener la iniciativa, dar los primeros pasos innovadores para motivar al resto de los sectores involucrados. En los casos en que las innovaciones provengan de otros sectores, la misión del regulador debe ser apoyarlas, estimularlas (obviamente dentro de los parámetros establecidos por las leyes), no obstaculizarlas.
Las sociedades evolucionan… el antilavado también tiene que hacerlo. Hay que “think-out-the-box” (pensar fuera de la caja), como dicen los americanos para referirse a las innovaciones, a las iniciativas “atrevidas” que terminan generando cambios sustanciales.