Estoy seguro de que todos nos sentimos medianamente satisfechos cuando vemos que las cosas se están haciendo bien… o por lo menos cuando hay gente tratando de hacerlas bien. Este comentario lo hago partiendo de los esfuerzos que están adelantando dos naciones que enfrentan grandes desafíos: México y Panamá.
México se ha convertido en la víctima más reciente del cancerígeno narcotráfico. México intenta aplicar un tratamiento intensivo que le permita a la economía fortalecerse ante el contagioso coctel de virus encerrados en el concepto de “delitos financieros”.
Un grupo de profesionales de alto nivel –tanto del sector público, como del sector privado- trabaja arduamente para una nueva regulación que significará un reordenamiento de la estructura antilavado del país. Este proceso se inició ya hace varios años con la aprobación de leyes y regulaciones, pero en este 2015 surgen figuras novedosas como la exigencia de una “Certificación ALD” local para los profesionales de cumplimiento otorgada por la autoridad.
Por su parte, Panamá intenta –y necesita- demostrar su voluntad de cambio. La comunidad internacional así lo exige en esta economía globalizada. El desafío es desterrar definitivamente la percepción que puedan mantener algunos de que aún está vigente la “Panamá de Noriega”, por eso se está cocinando un proyecto de ley que busca colocar al país a la par de los estándares internacionales en materia de antilavado y contra el financiamiento del terrorismo.
Establecer controles sin perder competitividad no es una tarea fácil para un país cuyos principales productos de exportación son los servicios en áreas sensibles como el sector financiero y el comercio internacional. En los próximos días el proyecto de ley estará en la Asamblea Legislativa panameña y la responsabilidad ya no estará en manos de los técnicos, sino de los políticos (debo confesar que el solo pensarlo me inquieta).
Lo importante es que estos primeros pasos demuestran algo vital: voluntad. Ambas naciones hacen un esfuerzo serio… y me consta no porque sean iniciativas adelantadas por las autoridades, sino porque conozco el compromiso, la seriedad, el profesionalismo y las capacidades de dos respetados expertos (sé que hay otros muy honorables) involucrados en estos procesos: Julio Aguirre en Panamá y Miguel Tenorio en México, quienes además de una gran mística, son unos “patriotas empedernidos”.
Estoy seguro de que en cada país de nuestra región hay esta rara estirpe de “patriotas empedernidos” dispuestos a mejorar más esta utópica lucha.