Desnudo y armado con su biblia, Hans enfrentó a las fuerzas policiales venezolanas durante las protestas del pasado 20 de abril en Caracas. Todos lo vimos y todos lo admiramos, pero en medio de esa mezcla de dolor, sorpresa y respeto que sentí al ver al joven compatriota siendo atacado inescrupulosa e innecesariamente, me pregunté: ¿cuántos Hans hacen falta en el mundo antilavado?

La sociedad moderna se nos presenta como una shell company cuando se trata de valores, por lo que podemos decir literalmente que vivimos en una “sociedad pantalla”, llena de apariencia y escasa de esencia. Por antonomasia podemos hablar de CORRUPTOS en lugar de POLÍTICOS, de INESCRUPULOSOS en lugar de EMPRESARIOS, y en algunos casos de CÓMPLICES en lugar de CIUDADANOS. Los criminales -algunos de cuello blanco y otros no tan blanco- no se desnudan como Hans, pero son seres verdaderamente OBSCENOS, BURDOS y AMORALES. 

Quienes trabajamos en esta mal ponderada trinchera contra la corrupción, el lavado de dinero, el fraude… y muchos otros delitos, nos enteramos casi a diario de situaciones “sospechosas” que el común de las personas jamás se entera. En el caso de los profesionales de cumplimiento, muchas veces deben reportar actividades “inusuales”, pero algunas veces lo hacen conscientes de que están presenciando un hecho delictivo, no una “actividad sospechosa”. En ciertas ocasiones, el personal de cumplimiento termina siendo testigo silente, cómplice por omisión o, peor aún, por convicción.

No pienso desnudarme (no tengo tal nivel de valentía), ni pido a quienes me obsequian parte de su tiempo leyendo este blog que lo hagan, pero sí creo que todos debemos imitar a Hans… y esto lo podemos hacer siendo profesionales íntegros, honestos y apegados a las leyes; debemos copiar su convicción, su inquebrantable determinación, su admirable humildad como ser humano y, especialmente, el amor por su país, que es también el mío.