Si bien es cierto que la capacitación es uno de los pilares fundamentales de un sistema de prevención, la eficacia de la misma se encuentra supeditada a la ética y los valores de las personas involucradas.

 Las personas que trabajan en entidades del sector financiero, cambiario, bursátil, seguros y otros regulados, indistintamente de su cargo o función, requieren de conocimientos específicos en el tema de prevención del lavado de dinero. La necesidad de combatir eficazmente este delito nos ha llevado a explorar otro tipo de frentes, que van más allá de la capacitación del personal de cumplimiento y ejecutivos, adentrándonos en el entrenamiento de clientes, proveedores, etc.

 Los contenidos legales y teóricos abundan sobre el tema de prevención del lavado de dinero, pero son de difícil difusión debido a su complejidad y profundidad. Es por ello que dentro de un esquema de capacitación, además de darle importancia a los conceptos como tales, se debe contemplar el desarrollo de conocimientos a través de talleres prácticos con contenidos basados en hechos reales.

 Se deben establecer las habilidades requeridas al personal y ejecutivos encargados de combatir el lavado de dinero por medio de evaluaciones cualitativas que aseguren una adecuada medición del riesgo.

 Los oficiales antilavado deben convertirse en el primer –y más sólido—eslabón de una cadena que disemine la información y la cultura de prevención, con el propósito de establecer fortalezas e identificar debilidades. Esta cadena se extiende no sólo a subalternos sino también a otras áreas de la institución, así como a agentes externos tales como clientes y proveedores. En este proceso es vital la participación de los departamentos de comunicación, prensa y relaciones públicas.

 Las áreas comerciales deben abogar por la creación de una cultura de la prevención en sus clientes. Esto, aunque puede parecer una tarea imposible, no lo es. Se puede lograr a través de un real y sincero acercamiento, dando a conocer los beneficios de una cultura antilavado y de la prevención de éste. La empresa debe explicar al cliente la gran ventaja de que su organización no se vea involucrada en operaciones sospechosas que afecten su negocio o imagen.

 Participación involuntaria

 Muchas veces las personas involucradas en el delito de lavado de dinero no tienen idea que forman parte de un esquema de legitimación del crimen organizado,  sino que participan por ignorancia o falta de información. En este punto, son las comunicaciones institucionales una pieza clave para desarrollar una adecuada compaña de educación.

 Por ejemplo, un empresario mediano por su afán de expandir su mercado puede involucrarse con una entidad o un individuo que está sancionado o que está en una “lista negra”. Este empresario, su familia y empresa sufrirán efectos negativos por tales relaciones comerciales, por lo que deberá emprender acciones y trámites ante autoridades nacionales y extranjeras para limpiar su nombre.

 Probablemente este empresario no tenía conocimiento de la reputación de su cliente y no tomó en cuenta la verdadera dimensión de las consecuencias de tener relaciones de “alto riesgo”. La situación se hubiera podido evitar con información sobre el alcance de los riesgos de esta relación, que le hubiera podido ofrecer un asesor.

 Son pocas las posibilidades de éxito que se tienen en un esquema de capacitación si la misma no está cimentada en los valores y creencias de las personas. La prevención contra el lavado debe deslindarse del campo meramente laboral y trascender al personal, en el entendido que debe adoptarse una actitud frente a la vida en contra de este delito que no repara, a diferencia de lo que muchos creen, en clases sociales, actividades económicas o estilos de vida.

 Definitivamente hay que identificar los valores de los oficiales y ejecutivos y fortalecerlos dentro del proceso de conocimiento y profundización de la relación con el cliente.