Por Juan Alejandro Baptista. ![]()
De la misma forma súbita como se revalorizaron, las criptomonedas han sufrido un desplome impresionante de su valor. Las causas son varias, pero quizás la más importante es la guerra iniciada en su contra por diversos actores económicos tradicionales (bancos, procesadores de pagos, autoridades regulatorias, etc.), quienes justifican sus ataques en la falta de regulación y en el elevado riesgo que representan. Justamente en este último punto es que quiero centrarme, porque aunque el valor caiga, el riesgo se mantiene.
Pensar que la actual crisis de las monedas virtuales minimiza el riesgo es un error; no establecer o relajar los controles es una falta aún peor. El personal encargado de mitigar los riesgos empresariales tiene que mantenerse atento por una razón fundamental: a los criminales no les interesan las criptomonedas como inversión, sino como instrumento financiero trasnacional.
Veamos el ejemplo del bitcoin: entre 2009 y 2012 su valor fue irrisorio, casi simbólico, pero su sobrevivencia no se debió al apoyo que recibió de entusiastas, matemáticos o tecnólogos, sino de los criminales, quienes se aprovecharon de la nueva moneda para el comercio ilícito, los fraudes, el ocultamiento de capitales, los negocios en la Dark Web, el traslado de capitales de origen ilegal, el narcotráfico, el lavado de dinero, el financiamiento del terrorismo, entre otros delitos graves.
La crisis actual está impulsando a muchos actores a retirarse del criptomercado, sobre todo aquellos que han estado participando con fines especulativos. Sin embargo, los criminales pueden ver ahora más oportunidades que antes, por varios factores:
• Hay más monedas virtuales (más de 2000 al momento de publicarse este artículo), lo que facilita la estratificación y dificulta la supervisión de parte de las autoridades.
• Hay más personas involucradas en el criptomundo.
• Muchas monedas son parte de proyectos ejecutados desde jurisdicciones offshore o de secretismo, lo que puede dificultar las investigaciones internacionales.
• Existen más casas de cambio (exchanger) y aunque las más serias vienen estableciendo controles para la apertura de cuentas, identificación de clientes, monitoreo transaccional, etc., las pequeñas presentan vulnerabilidades que pueden ser aprovechadas por los delincuentes.
Las autoridades en muchos lugares están actuando rápidamente para intentar combatir el lado oscuro de este nuevo ecosistema, pero su dinamismo, su complejidad técnica y su carácter descentralizado lo mantienen como un gran aliado para movilizar dinero de procedencia ilícita.
Soy de los que piensa que las monedas virtuales vienen a representar una evolución del ecosistema económico mundial. Incluso, lamento que los aspectos negativos asociados a las monedas virtuales opaquen todas las características positivas que presentan, haciendo que en algunos casos la opinión pública no vea sus beneficios.
Lo importante es que los involucrados en la lucha contra los delitos financieros no bajen los brazos, no se relajen y entiendan que el valor de las monedas no determina el nivel de riesgo asociado al criptomundo.





