A pesar de persistentes rumores desde el 11 de septiembre de 2001, muchos oficiales de inteligencia de EE.UU. se mostraban escépticos de que al Qaeda estuviera involucrado en el negocio del contrabando de diamantes de países en conflictos de Africa Occidental, los llamados diamantes conflictivos. Estaban dispuestos a aceptar que Hezbollah, el movimiento sirio, estaba firmemente establecido en Africa Occidental y durante décadas había contrabandeado diamantes de la región. ¿Pero al Qaeda? Miembros de al Qaeda no eran tradicionalmente del Líbano, y eran sunis ultraconservadores, no shias. Además de las diferencias religiosas entre ambos grupos existen importantes diferencias culturales.

Cuando Douglas Farah, un reportero del periódico Washington Post, dijo en noviembre de 2001 que al Qaeda estaba conectada al negocio del diamante, muchos dudaron. Fue ridiculizado en algunos círculos, y su principal fuente no pasó una prueba del polígrafo realizada por la CIA.


Farah, negándose a dejar la historia, investigó aún más, y sacó más evidencia de un juicio a un oficial de al Qaeda que fue condenado a prisión perpetua por su papel en los atentados de las embajadas estadounidenses en Dar es Salaam y en Nairobi. Las evidencias, que incluían los detalles diarios del operativo y el libro telefónico, llevaron a Farah a otras pistas y más detalles sobre cuánto al Qaeda ganaba y hasta donde participaba en el negocio del contrabando de diamantes.


Ahora, nueva evidencia dada a conocer por las Naciones Unidas e investigadores belgas corrobora lo que Farah y la organización no-gubernamental con sede en Londres, Global Witness, han alegado durante años: que al Qaeda utilizó el contrabando de diamantes en Africa Occidental primero como una forma para ganar dinero y luego para esconder activos.


Y para resaltar estas recientes revelaciones, Ahmed Ghailani, un alto oficial de al Qaeda recientemente capturado en Pakistán, también ha estado vinculado con la compra de diamantes de zonas conflictivas en Africa Occidental. Ghailani ha sido acusado en una corte federal de Manhattan por su supuesta participación en los atentados a las embajadas estadounidenses en Tanzania y Kenia.


¿Por qué diamantes conflictivos?


El negocio de los diamantes conflictivos es lucrativo, para aquellos capaces de asegurarse el apoyo de los líderes militares y corruptos funcionarios de países incluidos en las listas negras por el boicot internacional del diamante. El boicot fue establecido para dejar sin recursos a los líderes militares e impedir que extendieran los conflictos en sus países. Pero en la práctica, el boicot es muy difícil de hacer cumplir, en gran parte debido a la dificultad de determinar el origen del diamante. El Proceso de Certificación Kimberly fue armado para solucionar este problema al proveer certificado de origen y autenticidad para diamantes no conflictivos (fuera de las zonas y países de conflictos).


Sin embargo, no hubo un gran monitoreo, así que abundan los abusos y los diamantes de zonas de conflicto tales como Sierra Leone continúan llegando al mercado mundial. Por lo general se compran a precios muy por debajo del valor del mercado, y se venden un tanto por debajo del valor del mercado.


Los llamados diamantes conflictivos y los diamantes en general, son una forma interesante de almacenar riqueza. Son muy valiosos por peso y volumen. Son muy fáciles de transportar y difíciles de detectar. Por lo menos hasta 2003, el principal mercado internacional de diamantes en Antwerp, Bélgica, estaba acostumbrado a negociar en efectivo, con muy pocas preguntas. Como escribe Farah, “Es una cuestión de honor para los compradores de diamantes no preguntar sobre el origen de las piedras que compran”.


Intriga en Africa Occidental


Los detalles de los negocios de al Qaeda con los diamantes parecen sacados de una película de Hollywood. En su libro recientemente publicado, Blood for Stones (piedras por sangre), Farah explica como lentamente surgieron los detalles. Por lo menos seis personas vinculadas con al Qaeda fueron y vinieron de Liberia, incluyendo la única mujer en las operaciones de al Qaeda, Aafia Siddiqui, una profesional de microbiología paquistaní. Los individuos se quedaron en una casa segura en Monrovia, cortesía de Charles Taylor, ex dictador de Liberia, que ahora está siendo investigado por un tribunal de las Naciones Unidas. Desde allí fueron llevados en automóvil a Sierra Leone, donde fueron presentados a los comerciantes que vendían diamantes conflictivos de minas controladas por los conocidos rebeldes del FUR (Frente Unidos Revolucionario).


Las más recientes revelaciones de la Corte Especial para Sierra Leona apoyada por las Naciones Unidas corroboran mucho de lo que Farah alega en su libro. Charles Taylor, cristiano, no comparte afinidades ideológicas con al Qaeda. Pero estaba dispuesto a vender diamantes a cualquiera por el precio justo, y “básicamente convirtió a ese país en una empresa criminal en funcionamiento”, según Farah. Taylor y sus aliados actuaron como corredores para la venta de diamantes de Sierra Leona al crimen organizado de Rusia y Ucrania. Al Qaeda fue otro lucrativo cliente.


Según Farah, la participación de al Qaeda en el negocio de diamantes de Africa Occidental tuvo lugar en dos etapas. Las primeras negociaciones con Taylor a finales de la década de 1990 tuvieron lugar con la idea de ganar dinero. A cambio de una considerable comisión –de hasta US$1 millón—los socios de Taylor estructuraron varios acuerdos entre personajes de al Qaeda y minas controladas por FUR. Corre el rumor que estos acuerdos recaudaron hasta US$20 millones para al Qaeda.


Fácil de esconder, de alto valor


Luego de que el gobierno de Clinton congelara más de US$220 millones de activos pertenecientes a Talibán y al Qaeda, la organización se dio cuenta de la necesidad de esconder sus activos o convertirlo en algo fácil de transportar que no pudiera ser fácil de detectar. Así que en los meses previos al 11 de septiembre, al Qaeda buscó convertir sus activos en bienes básicos tales como oro y diamantes que era fácil de esconder y transportar. Individuos de al Qaeda supuestamente fueron de compra entre enero de 2001 hasta justo antes de los ataques, y compraron entre US$30 millones y US$50 millones de diamantes boicoteado de Sierra Leona. No todo este dinero fue revendido inmediatamente, y parte de éste presumiblemente todavía se encuentra en manos de al Qaeda.


Todas estas nuevas acusaciones contradicen de lleno el reciente informe de la comisión que investiga los atentados del 11 de septiembre, que concluye que “no hay persuasiva evidencia” que sugiera que al Qaeda ganó o movió fondos “a través de diamantes de estados africanos inmersos en guerras civiles”.


Presumiblemente la comisión tomó esta posición debido a una carta de la CIA desacreditando la principal fuente de Douglas Farah para el artículo de noviembre de 2001 en el períodico Washington Post. Pero la minoría ahora tiene este punto de vista, y evidencia en su contra continúa creciendo. Algunos oficiales en el Departamento de Defensa y el FBI aceptan ahora que al Qaeda estaba comprando diamantes con la ayuda de Charles Taylor los meses previos al 11 de septiembre y posiblemente todavía continúe comercializando diamantes hoy en día.


Moyara Ruehsen es profesora del Monterey Institute of International Studies en California, donde enseña cursos sobre narcotráfico, lavado de dinero y financiación del terrorismo.