Por Departamento Editorial

     Factores como la globalización del comercio, el surgimiento de nuevos productos financieros y el explosivo desarrollo cibernético facilitan el accionar de las organizaciones terroristas, generando complicados esquemas que representan el principal reto no sólo para las fuerzas de seguridad en todo el mundo, sino también para los sujetos obligados y personal de cumplimiento de las instituciones financieras.

     Ejemplo del complicado esquema terrorista que se presenta en la actualidad lo da la reciente investigación del diario británico “The Daily Telegraph” donde se sindica al gobierno de Qatar como uno de los principales financiadores de grupos islamistas sirios.

     Según la investigación, el gobierno qatarí estaría enviando sus petrodólares a intermediarios de Turquía que compran las armas a otros países, como Croacia, y después las introducen de contrabando en Siria a través de la frontera.

     Aunque el gobierno de Qatar niega de plano dichas acusaciones y se manifiesta como aliado de los Estados Unidos en la lucha antiterrorista, resultaría fundamental desentrañar el esquema para conocer hasta qué punto Qatar controla dicho proceso. 

     Es precisamente la identificación del proceso que lleva a que un grupo terrorista reciba financiación por parte de países, instituciones, empresas y particulares en todo el mundo, lo que representa el reto fundamental para las autoridades de los distintos países del globo.

     Los financiadores del terrorismo, al igual que los lavadores de dinero, siempre buscarán la línea de menor resistencia e intentarán explotar las áreas más débiles o menos reguladas para mitigar el riesgo de sus operaciones. Además, el fortalecimiento de la lucha global contra los grupos terroristas ha generado procesos de mutación y cambios continuos en las metodologías utilizadas por los financistas de actos de terror.

Algunas de las metodologías de financiación terrorista

-Organizaciones No Gubernamentales (ONG) o Entidades Caritativas. Se ha descubierto que las entidades caritativas son especialmente vulnerables al abuso. Los métodos empleados van desde la infiltración total dentro de las ONGs, que reciben fondos de donantes libres de toda sospecha para destinarlos al terrorismo, hasta entidades caritativas que gradualmente se ven infiltradas y transformadas gradualmente en nuevos fiduciarios e involucradas hasta que en su totalidad son controladas por los grupos terroristas, que pueden utilizar la reputación y los canales financieros de la entidad caritativa para movilizar los fondos sin ser detectados.

-Fraude Menor. El fraude de poca monta es ejecutado por dos individuos conocidos entre sí que simulan, por ejemplo, un accidente de automóvil. Los pasajeros posteriormente reclaman lesiones leves que son fácilmente simuladas, como la lesión del “latigazo” en el cuello, y cada uno recibe una cantidad de dinero de las compañías de seguros respectivas. Un accidente como ese puede recaudar fácilmente el dinero en efectivo suficiente para pagar los costos de un ataque con bombas similar al perpetrado en Londres en julio de 2005.

-Las subastas en Internet. Otra área donde el dinero puede ser movilizado por todo el mundo en forma anónima son las subastas en línea. Por ejemplo, el “Terrorista A” publica un artículo para su venta en un sitio de subastas, que es comprado por el “Terrorista B” en otro país. El dinero es transferido de uno al otro por medios financieros convencionales (Paypal, transferencias cablegráfica, remesadoras, etc.), aunque el producto no cambia de manos y a veces ni siquiera existe. El dinero así fue transferido exitosamente a su destino sin generar sospechas y es “evidentemente limpio”. Las sumas de dinero relativamente pequeñas que se necesitan para cometer actos terroristas lo convierten a las subastas electrónicas en un medio útil más para los terroristas que para los lavadores de dinero profesionales, que usualmente necesitan tener sumas más elevadas de dinero.

-Falsificación. La producción y venta de artículos falsificados es un área controvertida dentro del campo de la financiación del terrorismo. Es cierto que los grupos terroristas en Irlanda del Norte utilizaron la venta de DVDs falsificados para obtener fondos para sus actividades, pero no todos los expertos consideran que sea común el uso de otros productos falsificados para financiar al terrorismo.

-Banca móvil. A través de la telefonía móvil los terroristas cuentan con un medio anónimo de transferencia de dinero en efectivo, especialmente en los países pobres donde este medio es poco regulado  y los servicios bancarios son limitados, como los ubicados en el África Subsahariana. El valor puede ser agregado a un teléfono en un punto de venta y transferido a otro teléfono, desde donde puede volver a ser transferido o cobrado. No importa cuál haya sido la diligencia debida sobre el cliente (DDC) aplicada, a veces es difícil saber quién tiene el teléfono al otro lado de la línea. 

-Sistemas y tarjetas prepagadas. La evolución de estos productos ha generado un “boom” en cantidad y tipo de estos productos. En muchas jurisdicciones las regulaciones todavía son escuetas o inexistentes, lo que puede ser aprovechado por los terroristas para movilizar el dinero. A esto se agrega que, si se carga un monto bajo en las tarjetas, se requiere una DDC limitada, pero no hay nada que impida que una persona compre varias tarjetas. Además, en algunas jurisdicciones no son consideradas dinero en efectivo y por lo tanto no pueden estar sujetas a decomiso.

-Casinos Online.  Un fenómeno importante y difícil de controlar son los casinos y las salas de apuestas en internet. Este sector ofrece problemas idénticos a los de las subastas en Internet, con jugadores que pierden deliberadamente entre ellos para movilizar dinero. Muchas veces las políticas de identificación del cliente son inexistentes y los jugadores se mantienen de forma anónima. La situación se complica si los jugadores utilizan tarjetas prepagadas –también anónimas- para realizar las apuestas.

-Comunidades Virtuales. El surgimiento de comunidades virtuales que utilizan sus propias monedas presentan una gran vulnerabilidad, especialmente cuando estas monedas pueden ser negociadas e intercambiadas por divisas reales, como el dólar estadounidense o la libra británica. Un ejemplo es la comunidad “2nd Life”, un mundo de realidad virtual donde se puede hacer casi todo, incluida la compra y venta de propiedades con el dinero corporativo que puede ser adquirido. La actividad en este “mundo” es constante y no es monitoreada, salvo para impedir conductas evidentemente inadecuadas. Las transacciones que implican el movimiento de dinero entre socios nunca serán detectadas, lo que es muy atractivo para los criminales.