Escuchaba atento al presidente de Estados Unidos, Barack Obama, durante el discurso anual de rendición de cuentas que pronunció este martes 28 de enero, cuando lo escuché decir que no firmaría ninguna nueva sanción que el Congreso aprobara en contra de Irán… ¡Qué bárbaro! Definitivamente el antilavado es mundo altamente dinámico.

Ya desde hace días nos enteramos del reciente acuerdo logrado entre las autoridades de Estados Unidos, Europa e Irán para suavizar las sanciones económicas impuestas a la nación pérsica desde el año 1995, pero la determinación del presidente Obama no dejó de sorprenderme y si los iraníes avanzan en las negociaciones, pudiéramos afirmar que los tiempos de la debida diligencia ampliada y del conozca su cliente para detectar nexos con Irán parecen estar llegando a su fin.

Irónicamente, los países que durante los últimos años han estado más expuestos por mantener idílicas y controversiales relaciones con Irán, ahora parecen verse beneficiados ante las grandes oportunidades comerciales que pueden surgir. Me refiero específicamente a Ecuador, Bolivia y Venezuela. Los bancos y los exportadores de estas naciones han estado durante los últimos años más expuestos a las sanciones. De alguna forma, este “alto riesgo” puede ser entendido en el panorama actual como una mayor oportunidad de negocios

En el caso de la banca venezolana, desde hace años viene coexistiendo con el Banco de Internacional de Desarrollo, con entes gubernamentales y funcionarios públicos que mantienen una relación activa con entidades iraníes, por lo cual algunos han sido sancionados por EE.UU.

Apenas se está iniciando el proceso, por lo cual es necesario que tengan presente que si bien hay nuevas oportunidades, los riesgos permanecerán mientras no sean completamente removidas las sanciones al sector financiero.

 

También hay que tomar en cuenta que la “memoria regulatoria” de Estados Unidos es muy buena y por eso aplican millonarias sanciones por transacciones realizadas hace años en el sistema bancario estadounidense, es decir, que incluso en los próximos años algunas instituciones financieras latinoamericanas pudieran estar enfrentando problemas con las autoridades norteamericanas por estas relaciones de “alto riesgo”.