Por el Departamento Editorial.
Cuando los agentes del Kennedy International Airport de Nueva York vieron el cuadro abstracto nunca se imaginaron que estaba valorada en US$ 8 millones. El individuo que transportaba la prestigiosa obra “Hannibal” del artista estadounidense Jean-Michel Basquiat declaró en la aduana aeroportuaria que era un cuadro anónimo valorado en US$ 100.
El hecho se produjo en el año 2007, pero no fue hasta mayo de 2013 cuando las autoridades revelaron que “Hannibal” era parte de un elaborado esquema de blanqueo de capitales dirigido por el ex banquero brasileño Edemar Cid Ferreira, quien utilizó una colección de más de 12.000 piezas de arte para lavar miles de millones de dólares.
No es la primera vez que el crimen organizado utiliza famosos cuadros para legitimar o transportar dinero de una jurisdicción a otra. Obras de Goya, Degas, Picasso y Rubens, entre otros, han sido parte de complicados esquemas de lavado.
El pasado mes de abril, un comerciante de arte de Nueva York, llamado Helly Nahmad, fue acusado de colaborar en un proceso de lavado de US$ 100 millones procedente de apuestas ilícitas. La acusación indica que en el proceso Nahmad no utilizó, ni comercializó obras de arte, pero sí utilizó su cuenta bancaria para movilizar dinero de procedencia ilícita.
Mucho antes, a finales de los años 90, las famosas obras “Buste de Jeune” de Foujita y “Bandidos Atacando un Carruaje” de Goya fueron piezas claves en un esquema de legitimación de fondos ejecutado por el príncipe saudita Nayef bin Sultan bin Fawwaz Al-Shaalan, quien se aprovechó de su pasaporte diplomático para transportar drogas en aeronaves privadas y legitimar millones de dólares para los carteles colombianos. Parte de la ganancia del narcotráfico era invertido en reconocidas obras de arte.
En otro sonado caso del año 2001, dos comerciantes de arte estadounidenses le ofrecieron a un agente encubierto venderle valiosas pinturas de los artistas Modigliani y Degas como parte de una estrategia para lavar dinero más de US$ 4 millones.
Uno de los casos más significativos fue la Operación Dinero, ejecutada en 2007 por agentes estadounidenses mediante un banco en Anguila y varias empresas fachadas. Las autoridades confiscaron obras maestras de Picasso, Rubens y Reynolds valoradas en US$ 15 millones que pertenecían al Cartel de Cali.
Una obra muy abstracta
El sector artístico tiene características favorables para el crimen organizado: las piezas de arte, especialmente las pinturas, son muy fáciles de trasladar de una jurisdicción a otra; los precios pueden subir o bajar abruptamente sin ningún control, incluso por montos millonarios; la valoración de las obras puede ser muy apreciativa; los nombres de los compradores y vendedores son guardados celosamente y muchas transacciones se realizan en efectivo.
El Basel Institute on Governance –una entidad sin fines de lucro con sede en Suiza- advirtió el año pasado sobre el alto volumen de las transacciones sospechosas e ilegales relacionadas a obras de arte. Por su parte, las autoridades estadounidenses explican que el sector artístico está siendo más utilizado, debido a que hay más presión sobre otros sectores regulados.
Es difícil imaginar un negocio más conveniente para legitimar dinero, ya que se producen ventas millonarias en secreto sin ningún tipo de vigilancia. Esto significa en términos prácticos que “tienes una transacción en la cual el vendedor está registrado como Coleccionista Privado y un comprador registrado como Coleccionista Privado”, dijo Sharon Cohen Levin, jefe de la unidad de confiscaciones de la Fiscalía de Manhattan, en una declaración al New York Times.
“Desafortunadamente, los investigadores, los fiscales, jueces y las agencias reguladoras de la mayoría de los países no están equipadas adecuadamente para detectar, investigar y enjuiciar este tipo de actividad criminal”, señaló Fausto Martin De Sanctis, autor del libro “Money Laundering Through Art” y juez brasileño encargado del famoso caso de Edemar Cid Ferreira.
“Adicionalmente, las leyes y tratados internacionales relacionadas con el mundo del arte tienen muchas lagunas que potencialmente pueden conducir al lavado de grandes sumas de dinero”, explicó el magistrado en su libro publicado por la firma Springer.
Algunas medidas se han aprobado para establecer controles al sector. El pasado mes de febrero la Comisión Europea aprobó las normas que le exigen a las galerías reportar las transacciones en efectivo sobre los € 7.500 y presentar reportes de operaciones sospechosas, lo que significa una reducción del 50% de los límites establecidos en la Tercera Directiva Antilavado de 2004.
En Estados Unidos, los comerciantes de arte deben reportar las operaciones sobre los US$ 10.000 en efectivo. Sin embargo, la Asociación Americana de Comerciantes de Arte ha manifestado su rechazo a las medidas de control del sector. El vocero del gremio, Mitchem Pearsall, afirmó al diario neoyorquino que el lavado de dinero “no es un problema que le pertenezca a esa industria”.




