Por Juan Alejandro Baptista.
La reciente designación por parte de OFAC de varios negocios mexicanos que forman parte de la estructura de legitimación del Cartel de Jalisco Nueva Generación (CJNG) me recordó lo creativo que pueden ser los lavadores. Veamos:
– Mizu Sushi Lounge: un restaurant ubicado en Puerto Vallarta y Guadalajara.
– Tequila Onze Black: una marca embotelladora de tequila con oficina en Guadalajara
– Cabañas Las Flores: en negocio de alquiler de cabañas turísticas ecológicas ubicado en Jalisco.
– J & P Advertising: un proveedor de servicios de publicidad y mercadeo de Guadalajara
– JJGON: una empresa del sector agrícola de Guadalajara.
El mismo director de la Oficina de Control de Activos Extranjeros (OFAC por sus iniciales en inglés), John E. Smith, destacó la capacidad para diversificar el negocio del lavado que han tenido los carteles, al declarar que “la variedad de los negocios designados muestra la amplia penetración de la economía que ha logrado el CJNG”.
Si lo vemos en el plano del cumplimiento antilavado, esta diversificación se puede traducir como “más complicación” para quienes están a cargo de prevenir, detectar y reportar el blanqueo de activos.
Estos negocios pueden ser la perfecta “fachada” para mezclar el dinero del narcotráfico por considerarse muchas veces negocios de bajo o moderado riesgo. Por eso este caso reitera la necesidad de analizar muy bien el riesgo de cada cliente corporativo, sin importar el tipo de negocio que sea, ni su aspecto, ni su ubicación.
El lavado a través del sector comercial y de los servicios es enorme, no solo en México sino en todo el mundo, y no es un problema nuevo, recordemos la red de lavanderías usadas por el mafioso Al Capone para legitimar su dinero ilícito en la década de los 20’.