El empresario moderno se preocupa por el compliance porque actualmente en la sociedad muchas empresas están siendo obligadas a implementar una serie de procesos y procedimientos orientados a “cumplir” con normas, regulaciones y leyes, tanto nacionales como internacionales.
Estos requerimientos surgen de la necesidad del Estado de contar con la colaboración del sector privado en la lucha contra delitos como el lavado de dinero, la evasión fiscal, la corrupción, el fraude, el financiamiento del terrorismo, entre otros.
Para el empresario moderno -cuyo objetivo principal es producir y ganar dinero- el cumplimiento presenta una serie de desafíos gerenciales, ya que no solo deben ajustar sus operaciones, sino que generalmente se ven obligados a invertir recursos (económicos y humanos) para poder satisfacer las exigencias normativas.
Las organizaciones obligadas por normativas regulatorias -conocidas en el mundo del compliance como Sujetos Obligados- se mantienen en vilo ante la complejidad y lo costoso de los procesos asociados al cumplimiento, ya que las deficiencias, los errores o las fallas pueden ocasionar consecuencias lamentables para el logro de los objetivos de la entidad.
En todas las jurisdicciones se contemplan sanciones de tipo administrativa, civil y, en algunos casos, penal para aquellas entidades y sus representantes que comentan violaciones u omisiones de las regulaciones asociada a los delitos financieros y al cumplimiento normativo.
En algunos casos, el compliance puede ser un instrumento de exención de la responsabilidad penal si se demuestra que la entidad ha cumplido los requisitos legalmente establecidos.
Aún así, el elemento más motivador asociado al compliance es saber que la combinación de una estructura sólida de cumplimiento con una adecuada gestión de los riesgos protege al negocio, salvaguarda sus activos y permite mitigar las amenazas a las que está expuesto.